Y llegó el traspiés en la inmaculada trayectoria valencianista. Tarde o temprano tenía que hacerlo, seamos francos, pero se antojan muchísimos otros días mejores que éste para que el jarro de agua fría mojase a la parroquia de Mestalla. Casi tres años después de la última visita de un grande de Europa, Valencia se relamía de favoritismo frente a un Manchester de supuesta capa caída y con más bajas que los americanos en Pearl Harbor. Pero es el Manchester, al fin y al cabo.
No es que el equipo de Emery fuera peor. En absoluto. Mas bien, todo lo contrario. Dominó durante gran parte del partido, tuvo opciones de adelantarse en el marcador, pero insisto: el Manchester siempre es el Manchester. El conjunto de Ferguson jugó y ganó por oficio. La táctica de los diablos rojos fue algo conservadora, conscientes ellos de que sin Wayne Rooney la contienda se encontraba sumamente pareja. Dio el mando al Valencia, que asumió su rol de local y portó la iniciativa del envite alentado por su grada (más vacía de lo esperado, por cierto).
El problema del Valencia fue que no halló la suficiente profundidad en su juego como para asediar seriamente el arco de Edwin Van der Sar. La opción más clamorosa la tuvo un guerrillero Soldado al cabecear alto un balón de oro servido por Domínguez. Pero no todo el mérito fue del argentino, el guardameta holandés se disfrazó de cantautor, no calculó la salida, y el ariete valencianista, que no se esperaba el gazapo, no pudo orientar su testa hacia la portería.
Foto: Valencia CF
Como decía, el Manchester tiró de oficio, ese sempiterno recurso de los equipos grandes, que saben que, en realidad, no es muy importante el cómo jueguen. Siempre pueden ganar por inercia. Si los galones los trajo intrínsecos el conjunto anglosajón, quien originó la inercia fue Javier Hernández, el "Chicharito". Visto su rendimiento en los pocos minutos que se paseó por el césped, se hace poco comprensible su ocupación inicial de un asiento del banquillo visitante. Primero avisó con un lanzamiento al poste, que ya era más que todo lo que había intentado todo su equipo junto, y después no perdonó cuando se la encontró en el punto de penalti. Golpe durísimo por lo tardío de su ejecución, en el ocaso del partido. En el minuto 84. También fue duro el disgusto porque volvió a encajarse al contragolpe tras un balón parado en el área rival. Igual que el día del Atlético.
Hasta entonces, el Valencia había hallado más verticalidad en el segundo acto. Pablo lo había intentado al poco de comenzar con un peligroso disparo desviado, y el equipo blanquinegro lo había rondado durante toda la segunda parte. Vidic y Ferdinand se mantuvieron férreos, y ni siquiera la entrada de Aduriz (por Domínguez) desencadenó una flaqueza de la pareja de centrales inglesa.
El Manchester se llevó los tres puntos del campo de Mestalla, y baja al Valencia de nuevo a la Tierra. El conjunto che despierta de su sueño de septiembre, un dulce sueño que ha de servir para dar pie a la esperanza de este equipo. Ha demostrado que quiere y puede, pero partidos como hoy le han de poner los pies en el suelo, y han de advertirle de lo largo que es el camino a la ahora verosímil gloria.
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